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8 DE MARZO DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER, CONOCE LA COMOVEDORA HISTORIA DE OFELIA

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Nací en San Martín Peras, Oaxaca. Mi infancia en el campo fue bonita porque iba a trabajar con mis abuelos, mis padres, nuestros tíos y vecinos. Juntos ponemos abono, deshierbábamos la milpa y pizcábamos la mazorca. 

Mis padres fueron jornaleros, en Culiacán trabajaron en la cosecha de tomate, en Veracruz en el corte de caña, también fueron a Sinaloa y Baja California, México. No recuerdo mucho de esos años porque yo tenía apenas dos o tres años cuando ellos migraron a diferentes lugares. Hubo muchas limitaciones. Somos varios hermanos, y el sustento de mis padres provenía de la cosecha de maíz, frijol y calabaza. No había otra fuente de ingresos, por lo que mi madre se dedicó a la costura y al bordado de servilletas. No pude seguir estudiando porque debía trasladarme a otra ciudad, y la falta de dinero para pagar renta, inscripción y libros me impidió continuar con mis estudios.

Desde temprana edad, comprendí la importancia de salir adelante y aprender a valerme por mí misma. Miraba la necesidad de sobresalir en lo que fuera posible para no enfrentar las mismas dificultades que las personas de mi comunidad enfrentaban. Cuando llegué a Oxnard California a trabajar en la fresa, me di cuenta de cómo otros mexicanos menospreciaban a quienes hablábamos una lengua materna, diciéndonos que no la habláramos y haciéndonos sentir menos. Desde niña, mis padres me pedían que ayudara a traducir a miembros de nuestra comunidad cuando iban a bautizar a sus hijos, a la escuela o a la clínica. Me marcó mucho una situación en la que una señora fue regañada por un doctor por tener muchos hijos. No se me hacía correcto traducir todo lo que el doctor le decía, porque ella estaba preocupada por la enfermedad de su hijo y no merecía ser juzgada en ese momento.

Mi formación académica fue complicada. En mi municipio solo había primaria, por lo que tuve que trasladar me a Huajuapan para cursar la secundaria. Hice el primer y segundo grado allí, pero el tercero lo terminé en mi pueblo cuando se estableció una secundaria por parte de la parroquia.  El mayor obstáculo que enfrenté fue la falta de dinero y oportunidades educativas. Salir a estudiar a una ciudad desconocida a los 12 años, lejos de mis padres y hermanos, viviendo con personas desconocidas y que solo hablaban español, fue muy difícil adaptarme a la comida, aunque no me gustara, era una necesidad.

Antes de ser madre, mi motivación para seguir preparándome era apoyar a mis padres y hermanos menores, asegurando me de que tuvieran alimento y ropa. Ahora que soy madre, mi motivación se ha duplicado: quiero apoyar tanto a mis hijos como a mis padres. Antes de trabajar en MICOP, trabajé en el campo como pizcadora de fresa, deshierbando verduras, limpiando las raíces de la fresa, cortando uva de vino y pizcando mora negra. Tuve la oportunidad de ser supervisora de fresa y mora por más de seis años. Esta experiencia me permitió conocer de cerca las condiciones laborales y las injusticias que enfrentan los trabajadores agrícolas. Como mujer, tuve muchos desafíos y enfrenté discriminación. Cuando estuve de supervisora, tuve la oportunidad de aprender a manejar la máquina de fresa, pero mis compañeros hombres se burlaban de mí porque decían que solo los hombres podían hacer ese trabajo. También, cuando les pedía que realizaran alguna tarea, no me tomaban en cuenta simplemente por ser mujer.

Siempre me hubiera gustado recibir apoyo de muchas personas, pero solo conté con el de mis padres, hermanos mayores y abuelos, quienes nos incentivaban a leer para defendernos en la vida. También recibí consejos valiosos de algunos maestros de secundaria, como el Padre Andrés, que daba clases de ética, y el Maestro Eulices, quien me motivó a no rendirme y superarme cada día. La educación es fundamental porque el sistema en el que vivimos lo exige. Si bien hay personas que han logrado salir adelante sin estudios, pero para dedicarse a algo más profesional sí es necesaria una educación académica. Pero también valoro la educación que nos da la vida y las experiencias, ya que nosotros mismos decidimos cómo manejarlas.

Desde mi adolescencia, comencé a ayudar a mi comunidad, interpretando del español al mixteco en muchas ocasiones, las personas desconocían sus derechos laborales y yo misma no sabía mucho sobre ellos. Con el tiempo, participé como voluntaria en escuelas, con los bomberos y en diferentes organizaciones. En MICOP, comencé asistiendo a reuniones y foros como voluntaria. Luego, se creó un comité donde recibimos talleres y entrenamientos, incluyendo uno impartido por el profesor Gaspar sobre organización comunitaria. Eventualmente, se abrió una posición de organizadora de alcance, y así inicié mi trabajo formal en la organización. A través de este programa, he identificado problemáticas recurrentes en la comunidad, como la violación de derechos laborales, el bajo salario, la falta de pago justo, las represalias contra los trabajadores, el alto costo de las rentas y la falta de acceso a la salud por la ausencia de seguro médico y servicios en su idioma.

Desde mi rol en el programa de abogacía laboral, hemos trabajado en generar confianza con los trabajadores agrícolas migrantes que hablan una lengua materna, visitando sus hogares, organizando foros y reuniones comunitarias, y recientemente abriendo un programa de radio para informar sobre el robo de sueldo y otros derechos laborales. También apoyamos a los trabajadores en la presentación de reclamos individuales y colectivos ante la comisionada laboral, logrando en algunos casos la recuperación de sus recursos económicos. A pesar de que aún no se ha logrado un cambio significativo en la comunidad, siento que las personas confían en mí para apoyarlas en sus casos. Mi meta es que lleguen a conocer sus derechos y sean capaces de abogar por sí mismos sin necesidad de intermediarios, logrando una comunidad empoderada. El reto más grande es la falta de interés en conocer sus derechos. Muchas personas llegan al programa cuando ya han sido víctimas de robo de sueldo, pero sin evidencias para sustentar sus reclamos, lo que dificulta el proceso y genera desconfianza.

Hablando un poco de las mujeres considero que tenemos un papel fundamental en la comunidad. Debemos alentar a más mujeres a buscar apoyo, superarse y no preocuparse por el qué dirán. Es necesario cambiar la mentalidad que limita a las mujeres en la educación y el trabajo, y promover la igualdad y el respeto entre hombres y mujeres. 

Mi sueño es que nuestra comunidad esté empoderada, Quiero que las mujeres y hombres ejerzan sus derechos sin depender de terceros, que las compañías dejen de violar sus derechos y que se fortalezca la unidad comunitaria.

Por último, si pudiera cambiar algo en este mundo, desearía que ninguna persona tuviera que abandonar su hogar, abandonar a sus padres por falta de oportunidades. La migración es dolorosa, especialmente cuando extrañas a tu familia y tu cultura, muchos venimos a este país de oportunidades, algunos logran sus sueños y regresan a su comunidad y algunos lamentablemente ya no vuelven. También anhelo que haya más inclusión y respeto entre todos, sin importar el género o la identidad de cada persona.

Solo unidos podemos ser mejores seres humanos y lograr un cambio real en nuestra comunidad.

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